

Las cien caras de Aurelio perdidas en el jardín,
vigilantes,
el silencio del agua en nuestras manos,
risas, miradas que no ven,
y es todo tan real como en los libros.
Te leo y te vuelvo a leer,
me recreo en tus páginas,
en tus historias adolescentes casi dormidas
y en el color del aire fresco.
Volvamos a la vida.